El marplatense fue durante 2021 el tenista argentino de mayor crecimiento en el ranking. Trepó desde el lugar 774 al 411. Disputó seis finales de ITF y recientemente consiguió su primer título en Villa Allende. Ahora quiere incursionar más seguido en el nivel Challenger.
Por Marcelo Solari
Desde que era muy chico, Francisco Comesaña tenía muy claro que su objetivo era llegar a ser tenista profesional. Ni él ni su familia escatimaron esfuerzos y sacrificios para conseguirlo. El camino hacia el alto rendimiento, y en un deporte tan exigente como el tenis, no es para nada sencillo. Todo lo contrario. Mil y un escollos aparecieron en el camino. De presupuesto; de confianza; de lesiones; de incertidumbre.
Sus prometedoras credenciales como junior no parecían ser suficientes para concretar la ansiada transición al profesionalismo. Estuvo en el radar de los detectores de talentos de la Asociación Argentina de Tenis y vivió en el Cenard bastante tiempo en la búsqueda de seguir mejorando y de encontrar las puertas abiertas en el momento justo y en el lugar indicado.
Por supuesto que aparecieron las dudas y las opciones de abandonar todo. Pero la perseverancia y la determinación pudieron más.
Su carrera, y gran parte de su vida, se cruzaron con Facundo Argüello, recién retirado del circuito, quien lo recibió en su centro de entrenamiento en Córdoba.
Apenas un par de semanas bastaron para que Comesaña decidiera establecerse en la provincia mediterránea y relanzar su carrera.
Cuando a fines de mayo llegó a Antalya, Turquía, para quedarse un mes y luego continuar su experiencia por otros torneos en Europa, el pibe marplatense, de 21 años, estaba 774° en el ranking mundial de la ATP. Su performance fue extraordinaria. En todo 2021 jugó 61 partidos en 16 torneos: ganó 46 y perdió solamente 15. Llegó a 6 finales de ITF y a principios de diciembre, en Villa Allende, consiguió su primer título. Hoy figura 411° en el ranking (ascendió 363 puestos en 6 meses), el mejor de su carrera, y en su horizonte se plantean nuevos e importantes objetivos.
-¿Como viviste el reciente aislamiento por ser positivo de Covid-19?
-Tuvimos que cambiar los planes, porque pensaba ir a Mar del Plata para pasar fin de año con la familia pero no pudo ser.
-¿Sabés cómo te contagiaste?
-Sí, por contacto estrecho. Tuve dos o tres días mucho dolor en todo el cuerpo, mucosidad y congestión, pero no más que eso. Los últimos siete días no tuve ningún síntoma, pero seguía dando positivo en los hisopados. Ahora ya di negativo y volví a entrenar. Fueron 12 días. No estuve inactivo totalmente porque en aislamiento había hecho algunos movimientos, pero no es lo mismo y se siente.
-¿Cuáles son los planes ahora?
-Vamos a hacer una pretemporada de dos o tres semanas, según cómo me vea Facundo (Argüello), y en base a eso decidiremos qué torneos voy a jugar. Ya lo tenemos bastante definido, pero no queremos apurarnos.
-¿Vas a tener que jugar qualies para entrar en los Challengers?
-Veremos. Calculo que en los de menos de 50.000 dólares con mi ranking actual entro directo al cuadro. Y en algunos de 80.000 dólares es probable que también. El de esta semana en Tigre (37.250 dólares en premios), me lo pierdo. En breve sabremos a qué torneos apuntar.
-Tuviste el mejor año de tu carrera. ¿Superó las expectativas?
-La verdad es que no sé si me imaginé alguna vez que podía llegar a tantas finales, que podía ganar tantos partidos y que, en comparación con todo lo que jugué, perder tan poco. Supongo que puedo decir que el año fue mejor que lo esperado, aunque es cierto que los objetivos estaban orientados en esa dirección. Las metas a largo plazo eran terminar el año dentro de los 400. Sabíamos que era difícil, pero estaba jugando bien y haciendo lo que tenía que hacer. Y tengo que aceptar que lo hicimos bastante rápido, porque no jugué ni siquiera 20 torneos.
-Cuando fuiste a Turquía el plan era meterse entre los 570 del mundo. Ese objetivo también se cumplió…
-Sí, llegué a Antalya en el puesto 774° y volví a Argentina creo que 550°. Pero más allá de los números, estaba contento por cómo estaba jugando.
-¿Cuánto más difícil es la exigencia en los torneos Challengers?
-Me hubiera encantado poder jugar más torneos Challengers. Hice un partido muy bueno contra (Facundo) Bagnis -perdió 6-4 y 7-5 en los octavos de final de Montevideo-. Estuve cerca contra el 78° del mundo. Jugué bien. Hubiese querido poder medirme con más jugadores de ese nivel. Me quedó una especie de espina con eso. Sé que para meterse en el nivel Challenger estable hay que hacer un cambio, ponerse más fuerte físicamente porque la bola viene con más peso.
-¿El tenis lo tenés?
-Creo que sí. Me parece que no hay tanta diferencia de tenis, aunque sí en velocidad y potencia. En eso estamos empezando a trabajar.
-¿Hay mucha diferencia para el jugador, más allá de los premios y los puntos, entre un Challenger y un ITF?
-Sí, muchísima. En los Challengerse hay hospitalidad hasta el último día, la atención para los jugadores es mucho más completa, con kinesiólogo disponible las 24 horas, transporte al club, buenos hoteles, todas las comodidades. Ni me quiero imaginar lo que será en el nivel ATP o en los Grand Slams.
-Te costó ganar tu primera final. Tuviste que perder seis antes. ¿Lo que cuesta se disfruta más?
-En un punto obivamente me embolaba perder finales. Pero interiormente me decía “llegué a la final”. Y a la siguiente, “volví a llegar a la final”. No estaba haciendo las cosas mal, por algo llegaba. Pero es como que a las finales entraba dudoso, pasivo. Esa semana en Villa Allende jugué más agresivo todo el torneo, y en la final logré sostenerlo. Excepto en el segundo set, cuando apareció el fantasmita otra vez (risas). Fue un partido muy parejo (doble 7-6), no nos quebramos el saque. Pero sabía que en los tie-breaks tengo un plus. Los estoy jugando bien. En el año jugué 12 y gané 10. Había ganado el primer set, estaba 3-0 arriba en el tie-break del segundo y me puse muy nervioso. Quedé abajo 3-5 y obvio que se te cruzan por la cabeza las finales perdidas. Pero jugué muy buenos tiros abiertos y gané cuatro puntos seguidos para darlo vuelta 7-5.
-Por todo lo que te había costado y por esa situación del tie-break, era para festejarlo enloquecido. Sin embargo, estuviste muy tranquilo…
-Antes del partido, pensaba en que me tocaba ganar y me visualizaba gritando, haciendo un lío bárbaro, festejando como loco. Pero cuando llegó ese momento, con la bola de Juan Pablo Paz que se fue, más que ganas de festejar, sentí alivio.
-¿Qué te dijo tu entrenador, Facundo Argüello?
-El estaba también con un poco de bronca, quería salir campeón porque estaba haciendo un trabajo muy bueno. Se puso muy contento, como todo el equipo. Por suerte el torneo era cerca de casa y me pudieron ir a ver todos.
-¿Cómo se compone tu equipo de trabajo?
-Además de Facundo Argüello y Sebastián Uriarte, mis entrenadores, tengo preparador físico, kinesiólogo, ostéopata y psicólogo.
-¿Lo más duro de esta vida de dedicación plena al deporte profesional es estar lejos de tu casa y tus afectos?
-No es nada fácil, pero yo empecé a viajar desde muy chico y me acostumbré. Ahora hace 8 meses que no voy a Mar del Plata. Es cierto que mis padres y mi hermana vinieron a visitarme a Córdoba, pero a veces una quiere estar en su habitación, en su cama. Yo ya estoy habituado a tener que viajar mucho, y durante los torneos no estás pensando en tu casa, sino en hacer lo que hay que hacer para que las cosas salgan bien. Es un precio que es necesario pagar pero mi familia y yo lo sabemos, y siempre tuvimos en claro que iba a ser así.